Amanazas para las ballenas (ballenas en un océano degradado)

La caza comercial no es la única amenaza de origen humano a la que se ven sometidas las ballenas. Algunos de los problemas relacionados con la crisis ecológica global tienen implicaciones directas sobre la conservación de estos animales: la sobrepesca, la contaminación química, la contaminación acústica, el calentamiento del planeta, la disminución de la capa de ozono y las colisiones con embarcaciones, están teniendo un gran impacto sobre estos animales. Además, los problemas de conservación de muchas de sus poblaciones son síntomas de la crisis global de los océanos.


Prácticas de pesca insostenibles. Sobrepesca

Los métodos industriales de pesca y el gran volumen de pescado que se extrae de los ecosistemas marinos están teniendo graves impactos en estos ecosistemas y en sus dinámicas. El agotamiento de las presas debido a la gran expansión de la industria pesquera mundial no es la única amenaza que sufren los cetáceos. Éstos son víctimas también de la captura accidental en los aparejos de pesca. Cada año decenas e incluso cientos de miles de cetáceos quedan atrapados en las redes de pesca y mueren ahogados, problema que no sólo se limita a un único tipo de aparejo o método de pesca. En algunas pesquerías los niveles de captura accidental, tanto de grandes ballenas como de pequeños cetáceos, son tales que la población simplemente no puede mantenerse.

Contaminación tóxica

La liberación de productos químicos tóxicos al medio ambiente marino supone una grave amenaza para los cetáceos. Uno de los grupos de sustancias más importantes son los Contaminates Orgánicos Persisitentes (COPs) -entre los que se encuentran los PCBs y el DDT-, algunos metales pesados -como el mercurio- y productos químicos que actúan como disruptores endocrinos. Muchos COPs se acumulan en los tejidos adiposos, como la grasa, por lo que se han encontrado altas cantidades en el cuerpo de muchos cetáceos. Los disruptores endocrinos, que interfieren en la reproducción incluso a concentraciones muy bajas, son potencialmente muy dañinos.
La acumulación de contaminantes tóxicos en cetáceos es también un riesgo para la salud de quienes consumen ballenas y delfines.

Contaminación acústica en el océano

Los cetáceos dependen del oído para su supervivencia. Muchas especies tienen un sentido del oído muy desarrollado y utilizan sonidos para la localización de presas, la navegación y la comunicación - a menudo a distancias considerables - como es el caso de varias de las especies de grandes ballenas. Muchos expertos en cetáceos están cada vez más preocupados por la contaminación acústica de los océanos, producida por barcos, prospecciones sísmicas, perforaciones petrolíferas y construcciones en el mar, así como por el uso de dispositivos sonar activos que pueden tener un impacto negativo en las poblaciones de cetáceos. En casos extremos, la contaminación acústica puede causar daños fisiológicos importantes, aunque más a menudo interfiere en el comportamiento de los animales, dificultando la comunicación normal de estos animales al ocultar llamadas o desplazar a los animales de lugares importantes para su alimentación o para la reproducción.
Una de las fuentes de contaminación acústica más preocupante es la utilización del Sonar Activo de Baja Frecuencia (LFAS). Este tipo de sonar fue desarrollado por los militares para detectar submarinos enemigos y utiliza la misma baja frecuencia que las ballenas usan para comunicarse y a la que son más sensibles acústicamente.

Cambio climático

Las especies de cetáceos que habitan en las regiones polares se verán seriamente afectadas por la subida de las temperaturas prevista para esas zonas. Es el caso del Océano Austral Antártico, donde se alimentan una buena parte de las grandes ballenas de todo el mundo. Una muestra de esto es el importante deshielo y desplome de los casquetes de hielo Larsen A y B. La subida de las temperaturas está provocando que el hielo marino se derrita, afectando negativamente a la productividad primaria de la región y como consecuencia a toda la red trófica marina del Antártico. El hielo marino es un entorno natural altamente productivo, con gran concentración de fitoplancton creciendo bajo él. El fitoplancton constituye el alimento de pequeños crustáceos, entre ellos el krill, que es el alimento de la mayor parte de las especies del Antártico, incluidas las grandes ballenas.

Disminución de la capa de ozono

El aumento de la radiación ultravioleta (UV), como consecuencia del daño producido en la capa de ozono afecta negativamente al ecosistema marino de varias formas, entre ellas por la disminución de la fotosíntesis que afecta al fitoplancton, dando lugar a una significativa reducción en la productividad. Esto tiene repercusiones en cascada en el conjunto de la red trófica. Este daño es mayor en las regiones polares, incluido el Océano Austral, donde la exposición de rayos uva es más intensa.
Colisiones con buques: Existe preocupación sobre el número de colisiones entre los rorcuales comunes y los ferrys de alta velocidad en zonas como las aguas entre el continente francés y Córcega, lugares preferidos por los rorcuales comunes para alimentarse en verano. Se han detectado problemas similares con los cachalotes en las Islas Canarias y para la ballena franca del Atlántico Norte. Reducir las colisiones con embarcaciones es esencial para la conservación de la especie en el próximo siglo.

Las ballenas no son peces

Las ballenas son mamíferos, no peces. Sin embargo, la industria ballenera y algunos gobiernos han tratado históricamente a las ballenas como un stock pesquero más. Los grandes cetáceos tienen un periodo de gestación muy largo y dan a luz a una única cría a la que cuidan y amamantan durante varios años hasta que pueda valerse por sí misma. Ésta tardará muchos años en alcanzar la madurez sexual y poder reproducirse. Éste es el principal motivo por el que las ballenas nunca podrán recuperarse en un plazo corto de tiempo de la sobreexplotación.

Fuente:
http://archivo.greenpeace.org/cbi2004/cbi-amenazas.htm

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